En medio de la crisis generada por el COVID-19 a nivel mundial, hay noticias positivas que vale la pena resaltar. Así, en su reciente informe sobre el estado mundial de la pesca y la acuicultura – SOFÍA 2020 (por sus siglas en inglés), la FAO destaca la productividad y sostenibilidad de la anchoveta, y recalca que las capturas de su stock compartido por Perú y Chile, impulsó el crecimiento de la pesca en 7% a nivel mundial.

Del mismo modo, el informe ubica a la anchoveta peruana dentro de los niveles biológicamente sustentables, trayéndose por tanto abajo el mito de su sobreexplotación.

La FAO también subraya que el ordenamiento pesquero funciona y que es hora de aplicarla de forma más amplia. En efecto, la pesca industrial de anchoveta en el Perú dejó hace más de una década la nefasta“carrera olímpica” y pasó a un esquema de cuotas individuales, donde solo se pesca el 35% de la biomasa y se deja el 65% para su adecuada renovación. En varios foros hemos sostenido que este mismo sistema debería aplicarse a otras pesquerias para asegurar su sostenibilidad.

Pero eso no es todo. Las conclusiones de SOFÍA también subrayan que el consumo per cápita de pescado a nivel mundial alcanzó un nuevo récord de 20.5 kg por año y se prevé que siga creciendo en la próxima década; destaca el crecimiento de la acuicultura, un sector de enorme potencial en el Perú; y reconoce que el número de planes de manejo para luchar contra la pesca ilegal en América Latina y el Caribe se triplicó.

En este escenario, el 2020 debe marcar un hito importante no solo para revisar los avances mundiales en la lucha contra la pesca ilegal sino para establecer estrategias efectivas que permitan eliminarla. El ecosistema marino así nos lo exige.

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