Mientras todos siguen entretenidos y distraídos en la presentación del gabinete o en qué nuevo desliz comete el gobierno, la izquierda –que sí hace trabajo político en serio– prepara su segundo zarpazo: ganar las próximas elecciones regionales y municipales. En realidad, buscan arrasar en ellas, aprovechando la ventaja competitiva de la marca ganadora “Perú Libre” en el ancho y ajeno mapa del Perú. Sí, allá donde no llega mucho el “purismo democrático” –¿alguien lo llamó de otra forma, me parece?– de la “culta” élite política capitalina.
La derecha, entretenida en su ofuscamiento por la derrota –discutible, pero concreta– de la elección presidencial, parece no notar que en poco tiempo habrá de confrontar a la izquierda en las elecciones subnacionales de noviembre de 2022. En otras palabras, aproximadamente en ocho meses, estaremos iniciando una nueva campaña electoral, que ahora cobra vital importancia. Porque un triunfo contundente del partido gobiernista, lo consolidaría por los restantes cinco años, a pesar de los cuestionamientos que pudiera presentar la oposición. Del mismo modo, si la derecha gana Lima y además unas siete u ocho gobernaciones regionales, el gobierno quedará desactivado en sus intentonas reformistas radicales que tanto están perturbando la economía y el clima político.
Es momento entonces de la madurez política. Nadie sobra en esta ardua tarea, porque va a ser así, difícil y mucho revertir en poco tiempo lo avanzado por la izquierda en el interior del país. Tampoco sobra el tiempo. Hay que buscar la construcción de una Alianza Democrática cuyas bases deben ser los tres partidos de centroderecha que prácticamente empataron como escolta de Perú Libre: Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País. Es imprescindible lograr acuerdos rápidos a este nivel, y esperar que se sumen otros en el camino. No hay espacio para rencores ni orgullos. Solo para construir y dar batalla. Pero hay que empezar ya.