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El encuentro de hoy entre las dos delegaciones, la nor y la surcoreana, puede cobrar la talla de histórica si Pyongyang y Seúl lo quieren. Es cuestión de actitud y el contexto está creado, y parece que la disposición de los dos países también. A pesar de que han tenido una relación bilateral bastante tensa, por el conflicto bélico que las enfrentó en plena Guerra Fría (1950-1953) y que hasta la fecha mantienen un estado de paz no declarada por el armisticio donde solo hubo cese de hostilidades, siempre he dicho que las relaciones entre la dos Coreas jamás llegarán a niveles de odio antropológico, porque sencillamente estamos hablando del mismo pueblo con las mismas raíces históricas, el mismo idioma y la misma idiosincrasia histórica, aunque este último patrón ha tenido sus variaciones por la penetración ideológica de que fue objeto toda la península por parte de los bloques capitalista y comunista. De manera que el acercamiento que las dos Coreas han promovido mutuamente es un buen indicador para descartar que Kim Jong-un pudiera decidir, en una ulterior situación compleja entre ambos países, un ataque nuclear que muchos temen. Más bien, el mayor enemigo de Kim en la región sigue siendo Japón, a la sazón el enemigo y rival histórico de su aliado estratégico y Estado mecenas, que es China.

A Trump parece que la diplomacia estadounidense le ha suplicado que se quede callado, mientras se produce el encuentro de hoy en la localidad fronteriza de Panmunjmon, precisamente el mismísimo lugar en que en 1953 fue firmado el ya referido armisticio. Los Juegos Olímpicos de Invierno están sirviendo de mejor pretexto para esta reunión, con lo cual se confirma la tesis de que en las relaciones internacionales, cuando se quiere examinar a fondo los procesos interestatales, los pretextos son eficaces para iniciar la guerra -la de 1914 comenzó con el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austro-húngara y su esposa Sofía en Sarajevo- o promover la paz.