Si la voz del pueblo es la voz de Dios, Rosa María Bartra -a quien no le disgusta para nada que la comparen con “Annabelle”, la muñeca diabólica- está advertida en todos los idiomas de que su reelección como congresista de la República, ahora bajo la sombra de Solidaridad Nacional, no tiene la “bendición” de las mayorías.

Dicho de otra forma, la calle no le perdona sus “pecados políticos” y la otrora compulsiva escudera de Keiko Fujimori está cosechando lo que sembró, sobre todo en el Parlamento Nacional disuelto por el presidente Martín Vizcarra, algo que podría quedar refrendado en las ánforas el próximo 26 de enero, día de las elecciones congresales extraordinarias.

Dos pruebas al canto: (1) la semana pasada, en el regreso de Beto Ortiz con su “Abre los ojos”, un categórico 72% votó por su “eliminación” frente a las también candidatas a legisladoras Rocío Silva (20%) y Beatriz Mejía (8%). Una paliza de las redes sociales que es sintomática sobre la simpatía popular que ostenta en este momento Bartra Barriga.

Y (2) el tremendo fiasco que se pegó hace un par de días precisamente en el mercado “Ciudad de Dios”, de San Juan de Miraflores, cuando llegó con algunos ayayeros en busca de adhesiones. Se le fue la sonrisa y salió corriendo al escuchar de los comerciantes calificativos como “sinvergüenza” y “corrupta”. Sus ralísimos simpatizantes respondieron tildando a los vendedores como “terroristas” y, allí, se plasmó la frase que fue tendencia: “Terrorista, tu abuela”.

Estamos, pues, ante una Rosa Bartra que -ciertamente- despierta pasiones de todo tipo, entre ellas la animadversión. Una rosa con muchas espinas.

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