Con frecuencia se cree que por la no deliberancia de las Fuerzas Armadas, sus miembros deben conservarse apolíticos. Eso es un tremendo error conceptual. Aristóteles enseñó que el hombre, por su propio estado de naturaleza, es un zoon politikon, es decir, un animal político, siempre preocupado por los asuntos de su comunidad (Polis).

Por esta dominadora idea aceptada por la ciencia política y la sociología, un general o un sargento en actividad conversarán con su familia de los acontecimientos de la vida nacional y hasta podrían entrar en pugnas durante el desayuno dominical sobre los candidatos presidenciales de sus preferencias.

Esta realidad como derecho humano ha sido reconocida en el ordenamiento jurídico peruano que consagra el derecho de voto para los militares, a no ser que se crea que sufragan como autómatas. Entonces, no se diga que la política está reñida para los militares; además, la ejecutan con gran eficiencia y eficacia, stricto sensu, en las políticas del Estado sobre seguridad y defensa -deberían participar en el Consejo del Estado sobre estos asuntos ad hoc-, y hasta emiten opinión especializada en ese exclusivo ámbito permisivo.

Por tanto, el carácter no deliberante se refiere a que los militares no pueden bajo ningún concepto, darle contenido público a sus opiniones políticas privadas, tampoco pueden tener afiliación o actividad partidocrática y mucho menos hacer proselitismo político. El fundamento de la no deliberancia refiere que los militares son ajenos -sin inmiscuirse un ápice- a las pugnas por la administración del poder político, más bien dejada en manos del resto de la sociedad nacional.

Ahora bien, un militar se vuelve deliberante si externaliza una opinión política pues mientras sea doméstica o privada y no pública, no impacta en el derecho político ni produce consecuencias políticas, es decir, cuidando que su pensamiento y opinión personalísimos, no crucen las fronteras de la vida pública en el Estado. Los militares y los policías se deben a la Constitución y al presidente de la República, que es su Jefe Supremo, al que deben subordinación y obediencia. Finalmente, los militares en retiro cuentan con todos los derechos ciudadanos y nada de lo aquí referido los incumbe, es decir, no tienen vela en esta columna.