“Ciertamente, a veces meto la pata porque soy muy franco y digo lo que pienso”. Este firmado cercano al mea culpa del presidente Kuczynski nos jala los hilos de la memoria sobre cabales metidas de pata en quinquenios pasados y que algunos quisieran echar al olvido.

¿Acaso el tabazo de Alan García a Jesús Lora no fue una sonora metida de pata? Claro que sí. Y hasta el fondo. El pobre Lora, después de ese puntapié, nunca volvió a ser el mismo, por más disculpas que hubo de por medio, y AGP quedó caricaturizado como el zapatón abusivo.

¿Acaso Alejandro Toledo no metió la pata al demorarse en reconocer a su carismática hija Zaraí? Ese “buenas noches, Zaraí” tembloroso permanece imborrable en el imaginario colectivo. Ahora sabemos que también metió las cuatro con el caso Ecoteva.

¿Acaso no metió la pata Ollanta Humala al aceptar, sumisamente, que Nadine Heredia ponga los pies donde se le pegue la gana y hasta le coloque semáforo a los ministros? Los problemas que enfrentan por estos días en parte devienen de esa genuflexión presidencial ante la ahora directora de la Oficina de Enlace de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

¿Acaso Alberto Fujimori no metió la pata al permitir que Vladimiro Montesinos meta uña en todo el Estado, sobre todo en las arcas de las Fuerzas Armadas? En verdad, el papá de Keiko metió la pata tantas veces como un ciempiés y sería ocioso enumerarlas.

Hace bien, entonces, PPK en aceptar que no anda fino, pero sería mejor que enmiende sobre la marcha.

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