El primer interesado en expectorar a esas congresistas que hoy se han hecho famosas con el alias de “las mochasueldos” debería ser el propio Congreso, pues si insiste en blindar a cuanto delincuente y sinvergüenza va surgiendo por allí en lugar de acelerar su desafuero y ponerlo a disposición del Ministerio Público, va a seguir siendo un remedo de Poder Legislativo y se va a ganar con más fuerza el rechazo de los ciudadanos cansados de esa infame frase que dice “otorongo no come otorongo”.

Hay que tener en cuenta que lo que haga la casi inservible Comisión de Ética Parlamentaria no tiene mayor relevancia, pues si algún día decide castigar a una de “las mochasueldos”, apenas podrá suspenderla por 120 días, tal como se hizo con Freddy Díaz, acusado de violación, y Enrique Wong, implicado con el golpista Pedro Castillo. El primero no volverá por estar preso, pero al segundo lo veremos dentro de poco en funciones como si nada hubiera pasado.

Por eso es importante que el Congreso acelere el proceso para desaforar a quienes han sido acusadas de delinquir al apropiarse de dinero que no es suyo bajo la amenaza de despedir a quien no acepte sus ilegales pedidos. Solo así el Ministerio Público las podrá investigar y, de ser el caso, acusar ante el Poder Judicial. No puede haber más blindaje ni más otorongada en un Parlamento que parece decidido a dispararse a los pies al proteger a impresentables como “los niños” o a maltratadores de mujeres.

De otro lado, habría que estar atentos por si es posible escuchar un mea culpa y un pedido de disculpas de las agrupaciones que llevaron a estas joyas en sus listas de postulantes al Congreso. Sabemos que el dueño de Alianza para el Progreso (APP), César Acuña, no lo hará, pues ha enfatizado que la responsabilidad de la presencia en el Parlamento de Rosio Torres es de los electores y no suya. Desde el fujimorismo, sería bueno que nos digan de dónde sacaron a María Cordero y a su hermano, acusado de maltratar a su expareja.

Ante hechos tan flagrantes e indignantes como los conocidos en las últimas semanas, el Congreso de por sí desprestigiado no puede escudarse en legalismos, plazos que parecen mecidas ni papelucheos absurdos. Si hay voluntad de hacer una buena limpieza y no quedarse chapaleando en el fango del robo y la sinvergüencería como esa que fue inmortalizada con el grito de “vamos al cajero”, lanzado por la fujimorista Cordero al momento de exigir a gritos “la suya”, pues actúen.

Es importante que el Congreso acelere el proceso para desaforar a quienes han sido acusadas



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