El anuncio del presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó -que mantiene su cargo de presidente de la Asamblea Nacional-, de que retomarán las protestas en todo el país contra el régimen dictatorial de Nicolás Maduro, es acertado. El usurpador chavista, que se mofa de los gobiernos de la región, imputándoles responsabilidad por las protestas sociales de las últimas semanas -Ecuador, Chile, Bolivia y Colombia-, sabe muy bien que las que se lleven adelante contra su gobierno de facto buscarán, una vez más, acabarlo para devolverle al país llanero la democracia que le fue arrancada desde que llegó al poder, hace cerca de 20 años. Guaidó debe seguir para adelante sin detención porque las treguas solo juegan a favor de la dictadura, que encuentra el mejor momento para oxigenar sus artimañas. Guaidó debería aprovechar al máximo la legitimación internacional de la que está investido -son más de 50 los países del mundo que lo reconocen como jefe de Estado interino- para llevar adelante una cruzada de gran envergadura.

En los últimos meses no le hemos visto el ímpetu con el que arrancó el año pasado. Es verdad que no es fácil y también lo es que el frustrado proceso de libertad del 30 de abril de 2019 impactó en el ego de los insurgentes. Guaidó debe tener confianza y, en consecuencia, sentirse seguro de todo lo que vaya a hacer. Una de las grandes debilidades de la oposición venezolana ha sido la falta de cohesión para enfrentar al chavismo de Maduro y es una vulnerabilidad que hace rato debió ser superada. Debería encimarse un conjunto de medidas para llevar al dictador hacia el colapso. Un trabajo de inteligencia es lo ideal en esta etapa y directamente dirigido hacia las Fuerzas Armadas llaneras haciéndoles ver, por ejemplo, el importante comportamiento de las bolivianas, que no apañaron a Evo Morales porque no están dispuestas a terminar con compromisos penales que los lleven a la cárcel por muchos años o de por vida, cuando pierdan el poder. Las que sostienen a Maduro deben ver el espejo boliviano. Hay que amendrentarlas con las elevadas justificaciones que la ciencia política dispensa a los pueblos cuando quieren librarse del tirano.