Las propuestas de reforma constitucional presentadas para aprobar la elección uninominal de congresistas, la bicameralidad y renovación de los diputados a mitad de mandato, optar por el voto facultativo y la reelección inmediata de congresistas, podrían estimular un cambio en la forma como han devenido los procesos electorales, la composición y funcionamiento de los poderes estatales; sin embargo, debemos advertir que el éxito de toda reforma no se mide en su cantidad sino en función de los efectos que produce al conjunto, es decir, se valoran mejor los cambios que desencadenan otros en favor del sistema político. Por eso, las reformas formales deben propiciar comportamientos que promuevan más organización y mejor democracia interna de los partidos en su diaria vida política.

La propuesta de elección uninominal para congresistas demandará circunscripciones electorales más pequeñas, con la finalidad que la contienda por un escaño parlamentario en disputa quede delimitada y los electores tengan mejor acceso a la información sobre la trayectoria personal como profesional de los candidatos. El retorno a la bicameralidad es una reforma postergada que debe asociarse con la descentralización, para convertir al Senado en una cámara de representación regional.

El voto facultativo obligará a los partidos a tener activa vida partidaria y comenzar la campaña electoral con más anticipación que la habitual, con la finalidad de comprometer a la población para acudir a sus centros de votación, así como el pacto de todas las tiendas políticas para respetar los resultados y promover la participación ciudadana. Finalmente, nos queda la corrección a la reforma más nefasta contra nuestra forma de gobierno: la reelección inmediata de congresistas y su garantía de inmunidad para fiscalizar, la cual permitirá el gradual recambio de una generación con experiencia por otra compuesta de jóvenes políticos formados desde el Congreso.