¡Si no haces las tareas, no puedes salir a jugar! ¡No puedes ver televisión hasta que termines tus obligaciones del colegio! Son algunas expresiones en muchos hogares para que los hijos e hijas den prioridad a la realización de las tareas que el colegio deja cotidianamente en múltiples áreas curriculares referidas, entre otras, a matemática, comunicación, ciencias naturales y sociales, así como a idiomas.

Las tareas son acumulativas y desproporcionadas. La mayoría de veces no están orientadas a la exploración, investigación, descubrimiento, aplicación o retroalimentación de los aprendizajes. Es más, no siempre se enmarcan en un contexto de motivación, interés y expectativas para los estudiantes. El Ministerio de Educación norma que las asignaciones deben ser significativas, cortas y suministrarse con cierta periodicidad; no obstante, un sector de directores y maestros cree que dejándoles a los educandos permanentemente tareas grandes y en todas las clases están potenciando las capacidades y conocimientos de sus pupilos.

Los alumnos salen en promedio a las tres de la tarde de los locales escolares, tienen que llegar a sus casas a asearse y luego a almorzar. Si tienen que sentarse a cumplir con su larga agenda de encargos, ¿cuándo descansan? ¿En qué momento disfrutan de sus hermanos y padres? Lo preocupante es que en algunas ocasiones este exceso de labores genera tensiones entre padres (abuelos) e hijos. Su carga excesiva, los sábados y domingos, varias veces bloquea una dinámica familiar basada en la recreación y los afectos. Es bueno que haya disposiciones y mecanismos en cada institución educativa para racionalizar las tareas diarias y que realmente sean pertinentes, dosificadas y útiles.