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Lamento profundamente la partida de Eyvi Ágreda. Como sociedad, le fallamos todos. Su pérdida nos obliga a dejar de invisibilizar este problema y, a la vez, a poner sobre la mesa soluciones reales para esta espantosa crisis. Para ello, debemos tener presente que desde hace años apostamos, en gran medida, por elevar las sanciones penales y dejamos de lado lo importante: la prevención.

El crimen contra Eyvi es una consecuencia directa de nuestra cultura machista, y esto se debe decir sin temor a incomodar a ciertos sectores. La solución no pasa por más incremento de penas; las frías cifras lo demuestran. La violencia contra la mujer es parte de nuestra realidad nacional y es una crisis que nos ha desbordado como Estado.

Por ello, debemos empezar por hablar directamente de este problema en todos los espacios posibles. La violencia machista no es un “designio de la vida”; es una realidad que debemos erradicar con urgencia. Se necesitan políticas de Estado y que todos los involucrados cumplan con su parte. Se necesita que el Poder Ejecutivo asuma con firmeza este problema y, por ejemplo, apueste decididamente por políticas educativas que terminen con la violencia machista. El enfoque de género en el currículo escolar busca la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, y evitará seguir prolongando esta cultura machista.

Es momento de decir basta y dejar la indiferencia. Como sociedad, debemos unirnos de manera coherente y contundente. La violencia contra la mujer debe ser atacada de manera decidida y urgente. Por respeto a Eyvi y a su memoria, no debemos tener miedo a comprarnos el pleito.