Esta pandemia de coronavirus debería ser como un gran golpe en la cara que, como país, nos haga ver, de una buena vez, la necesidad siempre postergada de invertir en salud y educación públicas, así como en los estudios necesarios para tener actualizados los padrones de pobres y pobres extremos, a fin de poder asistirlos, debidamente y sin filtraciones, en situaciones de emergencia como las que se viven hoy en el Perú y el mundo entero.

La precariedad de los servicios de salud ha quedado demostrada. Es algo que se viene advirtiendo desde que existimos como país. En los tiempos de vacas flacas no se hizo nada por obvias razones, pero tampoco en épocas posteriores de bonanza. Hubo para el derroche, pero no se atendió lo esencial. Hoy tenemos que estar habilitando un hospital para atender a los infectados más graves, cuando hace al menos una década ya existían los recursos para eso.

Si miramos la educación pública en tiempos de coronavirus, notamos que va a ser muy complicado hacer clases a distancia para no perder el año, porque simplemente los alumnos de planteles estatales -y no me refiero necesariamente a los del interior del país-, no cuentan con acceso a computadoras. Hay colegios en la misma ciudad de Lima que no tienen cerco perimétrico ni agua potable. Se quedaron en la tiza y la pizarra verde de los años 80 y 90.

Otro aspecto a analizar es la dificultad que tiene el Estado para ejecutar esa acertada idea de dar un bono de 380 soles, que quizá se duplique en los próximos días, a las familias más vulnerables con medidas como las dispuestas para evitar la expansión del coronavirus. Los registros están desactualizados. Es urgente que la burocracia se ponga a trabajar en los tres niveles de gobierno, a fin alcanzar a todos los que realmente necesitan un apoyo económico.

Esta tragedia nos deja muchas lecciones. Hoy la necesidad primordial es salvar vidas, evitar más infectados y asistir a quienes más lo necesitan. Sin embargo, quedan muchas cosas por corregir en el mediano y largo plazo. La salud y educación públicas no pueden seguir en la cola de las prioridades de todos los gobiernos. Si no aprendimos en tiempos de calma, tendrá que ser ahora luego de muchas lamentables muertes y de los problemas que atraviesa el año escolar.