Puede ser que las instituciones tengan dos historias. Una, la oficial, la que se registra y adquiere tamaño proporcional al valor de su protagonista principal. La otra, individual y múltiple, la que cada persona -por el solo hecho de haber sido parte de la historia grande- lleva consigo como vivencia autónoma e intransferible.
Fui alumno y luego profesor de la Gran Unidad Escolar “Coronel Bolognesi” de Tacna. Tuve como profesores a quienes un tiempo más tarde fueron mis colegas. También fueron docentes como yo varios amigos que antes habían sido compañeros de aula. Estas variaciones en un “juego de roles” real me permitió acrecentar el aprecio por algunos, recibir sorpresas agradables de otros y penosas desilusiones también. Algo similar debo haber suscitado en ellos.
Por lo que entonces viví y lo que pude ver a lo largo de todos estos años, tengo algunas convicciones establecidas. Primero, las instituciones tienen el tamaño de quienes las dirigen; aún las mejores empequeñecen cuando no tienen un líder (director / directora) que les corresponda. Segundo, por importante que sea un líder, resulta indispensable que cuente con un equipo docente dispuesto a trabajar como tal. Tercero, la docencia es mucho más que un profesor “que sabe su materia”; el acto educativo es una conexión entre seres humanos que, incluso, trasciende el ámbito escolar y por eso, jamás la educación virtual suplirá a la presencial. Cuarto, es imposible comparar dos tiempos diferentes; afirmar que “la educación de antes” era mejor que la de ahora es un absurdo total; que haya sido distinta es otra cosa. Ahora hay otros deberes que cumplir, bolognesianos.