Estamos hechos de historias. Hacer sentido de la propia historia es central para encontrar bienestar y reconocer nuestro lugar en el mundo. Es un proceso largo y complejo, que se construye a través de la vida y en el que intervienen habilidades cognitivas y socioemocionales.Por ejemplo, conocer más profundamente a los personajes que nos atraen nos permite desarrollar nuestra empatía. Diversos estudios demuestran que cuando leemos ficción nuestra empatía en la vida real se beneficia (consultar aquí ). Sin embargo, desarrollar estas habilidades a través de las historias que leemos (en el sentido amplio, puede ser a través de series, películas, libros o publicaciones en redes sociales), no es un proceso automático o pasivo. Requiere reflexión y diálogo con otros, especialmente cuando estamos en la etapa formativa, de niños y adolescentes. Las historias que leemos pueden ser puntos de partida para ejercitar todas estas habilidades. Una metodología creada en Nicaragua puede darnos luces sobre el proceso. Se llama “Leo, comento, imagino y creo”. En el título, la receta. Comienza en la lectura que puede ser individual o grupal. Continúa con el diálogo sobre la historia ¿qué entendió cada quien y por qué? Recordemos que comprendemos a partir de nuestra propia vivencia y que nadie “lo entiende todo”. Luego, pasamos a ejercicios imaginativos que inviten a la creación. Aquí, puede ser muy útil imaginar finales alternativos, agregar personajes y ver cómo cambiaría la historia, o hasta crear un “cadáver exquisito literario o gráfico” (revisar aquí: ).  Finalmente, pasamos a la creación en pares o grupos, donde podemos sugerir inicios, puntos de partida, para facilitar el avance de la historia. Los invito a leer más sobre esta metodología en el siguiente link: ).

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