Estamos hechos de historias. Hacer sentido de la propia historia es central para encontrar bienestar y reconocer nuestro lugar en el mundo. Es un proceso largo y complejo, que se construye a través de la vida y en el que intervienen habilidades cognitivas y socioemocionales.Por ejemplo, conocer más profundamente a los personajes que nos atraen nos permite desarrollar nuestra empatía. Diversos estudios demuestran que cuando leemos ficción nuestra empatía en la vida real se beneficia (consultar aquí https://bit.ly/3nXPh8L). Sin embargo, desarrollar estas habilidades a través de las historias que leemos (en el sentido amplio, puede ser a través de series, películas, libros o publicaciones en redes sociales), no es un proceso automático o pasivo. Requiere reflexión y diálogo con otros, especialmente cuando estamos en la etapa formativa, de niños y adolescentes. Las historias que leemos pueden ser puntos de partida para ejercitar todas estas habilidades. Una metodología creada en Nicaragua puede darnos luces sobre el proceso. Se llama “Leo, comento, imagino y creo”. En el título, la receta. Comienza en la lectura que puede ser individual o grupal. Continúa con el diálogo sobre la historia ¿qué entendió cada quien y por qué? Recordemos que comprendemos a partir de nuestra propia vivencia y que nadie “lo entiende todo”. Luego, pasamos a ejercicios imaginativos que inviten a la creación. Aquí, puede ser muy útil imaginar finales alternativos, agregar personajes y ver cómo cambiaría la historia, o hasta crear un “cadáver exquisito literario o gráfico” (revisar aquí: https://bit.ly/2V8lmOF). Finalmente, pasamos a la creación en pares o grupos, donde podemos sugerir inicios, puntos de partida, para facilitar el avance de la historia. Los invito a leer más sobre esta metodología en el siguiente link: https://bit.ly/33DKG3Z ).