Leo con mucho interés una entrevista realizada a Beto Ortiz con motivo del documental “Corazones vándalos”, dirigido por Carla García, que narra sus experiencias como profesor de un taller de escritura en el penal Ancón 2. En la entrevista el reconocido periodista habla de uno de los fundamentos no ya del periodismo, sino de la vida misma, la libertad. Siendo este un tema fundamental de nuestro tiempo (y de todos los tiempos) conviene rescatar la profunda relación que existe entre la libertad y la redención personal. No hay redención sin libertad y no hay libertad sin decisión. Y toda decisión, como señala Beto Ortiz, es una aventura. De allí que solo libremente podemos recorrer el sendero de la redención.
En un mundo caracterizado por el relativismo evanescente, la sola idea de redención se transforma en un tópico negado, en algo casi políticamente incorrecto. ¿De qué hemos de redimirnos si todo vale lo mismo, si todo da igual? De allí que la redención implique, tarde o temprano, una apuesta por la persona, una opción radical por el ser humano. No me extraña que Beto Ortiz narre cómo la redención de sus alumnos solo fue posible mediante el sacrificio continuo de él y de ellos mismos. Sin sacrificio no hay redención posible y solo mediante el más grande de los sacrificios es posible la más profunda de las redenciones. He allí la esencia del cristianismo, en el sacrificio de Aquél que da la vida por sus amigos.
Solo un corazón valiente, un corazón capaz de construir, redime vidas, pasados y circunstancias. Y las transforma con sangre, sudor y lágrimas. Después de todo, milicia es la vida del hombre sobre la tierra. Y qué mejor combate, que mejor guerra santa que aquella que se inicia por amor a los demás.