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A dos años de que Luis Castañeda asumiera nuevamente como alcalde de Lima, su gestión se mantiene estancada en acciones que priorizan soluciones de muy corto plazo, en desmedro de los verdaderos cambios que la ciudad necesita. Una revisión rápida de lo ejecutado y propuesto en materia de movilidad y transporte permite corroborar la veracidad de esta afirmación.

Tal vez la insistencia en los by-pass sea el mejor ejemplo de ello: uno en la Av. 28 de Julio, otro por La Victoria, unos cuantos por aquí y algunos más por allá no resuelven el problema de la movilidad; por el contrario, pueden empeorar la situación o ser una oportunidad de inversión desperdiciada. Además, lo que es más sensible, esas obras no consideran a los siete millones de limeños que se movilizan en transporte público y que injustamente siguen sufriendo un sistema que casi no ha cambiado en veinte años.

Esas medidas aisladas y desarticuladas de una visión más amplia de la ciudad no resuelven los serios problemas de la capital, no proveen condiciones para que los limeños con menos recursos mejoren su calidad de vida y hacen que el ejercicio pleno de derechos ciudadanos siga siendo privilegio de unos pocos.

El alcalde no puede pasar un año más construyendo una sensación falsa de mejora. Tomar la decisión firme de modernizar nuestro sistema de transporte público es el primer paso de otros varios más que no se pueden relegar.

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