El hartazgo del pueblo cubano del sistema comunista, del privilegio de los que están cerca del poder y de la falta de alimentos y medicinas para el resto, ha generado una movilización en todo el país contra la dictadura.

En el Perú, más de un izquierdista ha evitado pronunciarse al respecto y si lo ha hecho ha mirado para otro lado y buscando otros culpables, sin condenar explícitamente el totalitarismo del régimen instaurado hace 62 años en Cuba por Fidel Castro.

Por ejemplo, el candidato presidencial Pedro Castillo y los líderes de Perú Libre, habitualmente deslenguados, combativos y frontales contra las “injusticias sociales”, han respondido de forma acrobática y demagógica cuando les han preguntado su opinión sobre las protestas que ocurren en Cuba. Sus tibias respuestas son impulsadas por intereses que poco o nada tienen que ver con la verdad, la justicia y el bien común de los oprimidos que tanto pregonan. Además, se resisten a llamar dictadura al gobierno de Miguel Díaz Canel.

La barbarie, arbitrariedad y estado de catástrofe por la que pasa Cuba, solo parecen fríos y distantes detalles para Castillo y sus camaradas. ¿Qué tiene que suceder en el hermano país para que su opinión cambie? Solo preguntarlo ya es estremecedor.

Una cosa es que se resistan a imaginarse la gran transformación que se avecina en el país caribeño y otra que su visión sea tan obtusa que no los deje ver lo evidente.

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