Ayer llegamos a la escalofriante cifra de 3 millones de muertos en el mundo y solo vamos un año y un mes desde que fue declarada oficialmente la enfermedad como pandémica por la Organización Mundial de la Salud - OMS, el organismo de la salud planetaria de las Naciones Unidas.

Es verdad que en este tiempo transcurrido la ciencia pudo hallar la vacuna contra el COVID-19 -en solamente 8 meses- y visto con esperanza, eso fue muy bueno si recordamos que las voces más autorizadas de la ciencia creyeron que demoraría entre 2 y 4 años, amén de los extraordinarios avances de las investigaciones médicas contemporáneas.

Más allá, de un lado, de las pugnas entre las empresas farmacéuticas internacionales, estratégicamente excitadas por los Estados, llevando al recíproco deliberado descrédito con la idea de capitalizar un mayor número de adquisiciones por los países compradores a la hora de medirse mutuamente cuál de ellas brinda la mayor protección de inmunización, y de otro, de las evidencias de algunos efectos colaterales en personas vacunas -todavía en número muy bajo-, pero con importante impacto mediático, lo que surgirá en poco tiempo, a medida que avanza la vacunación en gran parte de los países del globo -el Perú sigue padeciendo el drama de hallarse entre los últimos-, será el interés por adquisiciones a gran escala, tal como han venido haciendo países como Canadá y Chile -por referir a los de nuestro continente-, que compraron 4 ó 5 veces el número de sus poblaciones.

Esta idea está asociada a las recientes conclusiones médicas que sostienen que podría requerirse hasta una tercera dosis como es el caso de las vacunas Sinorpham o Pfizer. Los más preocupados son los países con el mayor número muertos como EE.UU. que cuenta más de medio millón, Brasil que ha llegado a la espantosa cifra de 368,749, y ambos países seguidos por México e India.

Nosotros, que contamos 56,149 fallecidos a la fecha, según el ministerio de Salud -porque otros datos las casi triplican-, seguimos sin las vacunaciones prometidas y mucho menos en el tamaño esperado. La única realidad dominadora es que las políticas públicas contra la pandemia no van al ritmo del avance científico y esa es la razón por la cual más gente muere cada día.