Todos sabemos que cuando las tribunas se levantan de sus asientos y comienzan a salir del estadio, aunque los jugadores sigan en la cancha, el partido ya terminó. Poco queda por hacer. Para algunos, cuando se instale el gobierno del profesor Castillo, su lucha por la democracia habrá fracasado, dando inicio a un régimen marxista, leninista, mariateguista, “pensamiento Cerrón”.
Para la otra mitad, habrá concluido el cuento del fraude, mediante suplantaciones en las mesas de sufragio y sin que ninguno de los suplantados saliera a decir que fue suplantado. Ni uno. La agresividad de la campaña ha dejado muchos muertos y heridos, no solo en el terreno político, también en el periodismo y notoriamente en la televisión.
Se viene todo un proceso de temor a lo desconocido, para ver en qué se transforma la improvisación de quienes, pocas semanas antes de las elecciones, ni se imaginaban estar donde están. Es la suerte del que le tocó bailar con la más impopular de la fiesta. Sin embargo, podemos ver el futuro inmediato con optimismo y tranquilidad, gracias a la inmensa reacción que ha provocado la presencia o amenaza de Pedro Castillo, Perú Libre y su proyecto.
Reacción espontánea que solo recuerdo parecida a cuando Alan García quiso estatizar la banca. (Sí, Alan García, ni siquiera el “prosor comunista” lo ha planteado así de claro y directo). La movilización de tantos defensores de la democracia, vistos en las manifestaciones públicas en Lima y en todas las capitales del país, tiñendo las calles de bicolor, permiten adivinar que estarán atentos a cualquier intento no democrático o anti constitucional del régimen. Lo mismo aplica a la generalidad de medios de comunicación y periodistas que, a la luz de su comportamiento actual, lo coherente es que serán duros fiscalizadores y vigilantes de la democracia y del modelo económico. Hay razones para el optimismo.