Hace 50 años, un boletín de estadísticas del Gobierno peruano daba cuenta que la principal causa de muerte en el Perú entre 1950 y 1971 era la influenza (gripe). Luego le seguían la disentería y la tuberculosis. Por ejemplo, en 1971 fallecieron por esas tres enfermedades 44 mil 940, 25 mil 459 y 23 mil 467 personas, respectivamente.

La mayoría de decesos ocurrían en el interior del país, allí donde el Estado no llegaba. Una gripe que no se curaba a tiempo se transformaba en neumonía y de allí a la muerte solo había un paso. Sin asistencia y sin centros de salud, la situación de miles de peruanos era dramática.

Recuerdo, cuando era niño, una publicidad de los años setenta que decía más o menos así: “¿Te creías fuerte? La gripe lo es más. En caso de gripe lo indicado es: Beber mucho líquido, quedarse en cama y tomar Mejoral”. Ah, los niños tomábamos Mejoralito.

Ha pasado medio siglo y otra enfermedad respiratoria produce estragos en el Perú y el mundo. El coronavirus no solo trae letalidad sino también crisis económica. Su impacto es transversal y afecta a todas las clases socioeconómicas.

Hasta el momento lo único que hay a mano para contrarrestar el virus es la vacuna y también las medidas restrictivas, como por ejemplo los confinamientos.

El proceso de vacunación será largo y no habrá resultados positivos inmediatamente. La burocracia y la dificultad de los laboratorios para enviar las dosis pactadas son problemas mayúsculos en todo el mundo.

Así que lo mejor es cuidarse y cumplir con las normas. El comportamiento de las personas será  crucial para salir de esta segunda ola.

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