Es habitual que hasta los 12 años aproximadamente a las personas se les considere niños, hasta los 18 años adolescentes, hasta los 35 años adultos jóvenes, hasta los 60/65 años adultos-adultos, y después de esa edad, adultos mayores.

Según Erik Erikson en esta última etapa de la vida es fundamental lograr una integridad personal y social sin desaliento y desesperanza. Lamentablemente en la mayoría de los países, los gobiernos, las sociedades y los sistemas educativos no desarrollan propuestas y estímulos socio-culturales para este logro en la etapa final de la vida.

En el caso del Perú, con motivo del COVID 19, se presentan mensajes y comentarios (a lo mejor con buena intención) que no necesariamente contribuyen a lo señalado. Una persona puede tener anomalías anatómico-fisiológicas y sentirse “saludable física, mental y socialmente”, o, al contrario, puede ser que no las tenga y considerarse “no saludable”

Es indiscutible que los adultos mayores son más vulnerables a la pandemia; sin embargo, el hecho de la edad de ninguna manera debe implicar que haya una tendencia individual y colectiva (consciente y/o subconsciente, manifiesta o latente) de personas y grupos humanos a estigmatizar a este grupo etario como si cada uno de ellos no tuviera las condiciones socio-emocionales y cognitivo-intelectuales, no solo para cuidarse con responsabilidad, sino para el desarrollo competente de sus labores personales, profesionales y ciudadanas.

En varios establecimientos he visto y sentido expresiones, como, por ejemplo: ¡qué hace usted aquí! ¡para qué viene! ¡usted debe quedarse en su casa! ¡los abuelitos…! Una buena educación ciudadana debe fomentar el fortalecimiento de la autoestima personal y colectiva de todas las personas, a lo largo de toda la vida; y que los proyectos personales, para el presente y el futuro, se construyen todos los días hasta el final de nuestras vidas.