GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

En mis tiempos de colegial, en un centro católico, me indicaban hasta el hartazgo que lo que haga mi mano derecha no se entere la izquierda. El mensaje era claro, que las buenas acciones no debieran servir para jactarnos. Esto funciona en la vida social, pero no en la política. Por eso, es necesario que todos los aportes de campaña -hechos de buena voluntad- sean transparentes.

Tantos líos nos hubiéramos evitado si los aportes de campaña estuvieran al alcance del ojo ciudadano. No tuvieran que recurrir los partidos a viejas artimañas para esconder la mano oscura que les da de comer.

Porque, seamos francos, quién aporta miles de soles para un grupo o candidato político, sin pensar que este dinero debe ser devuelto en una especie de cambalache, donde se entrega un alfiler y se le devuelve una barreta.

Como dijo, increíblemente, Jaime Yoshiyama, que un empresario -que ya murió pero prefirió el anonimato- quiso aportar millones de soles a favor de la campaña de Keiko Fujimori porque quería al país y no deseaba que se convirtiera con Ollanta Humala en un calco de Venezuela.

Comentó, además, que hay gente que quiere aportar dinero, pero que, por razones personales, evita poner su nombre en el sobre. A ver, ¿quién se come ese cuento? Esto no es el óbolo de San Pedro.

Por esas casualidades de la vida, aquellos que aportan dinero a escondidas tienen que ver con las empresas constructoras, las que cortan el jamón en cualquier gestión gubernamental.

Mucho les cuesta a las organizaciones políticas abrir sus cuentas, y tras los escándalos de Lava Jato, ustedes ya sabrán por qué tanto hermetismo.

Si quienes logran el poder van a manejar nuestros recursos, entonces lo mínimo que podemos saber es quién o quiénes están detrás de cada uno. Ocultar algo es sinónimo de malos actos. No es cuestión de fe en los partidos, sino en los actos concretos.