Ayer por la mañana, mientras veíamos por televisión que el incendio en El Agustino que cobró la vida de tres bomberos aún no logra ser sofocado, fuimos sorprendidos por un leve temblor, de esos que cada cierto tiempo nos deberían hacer recordar que estamos en una zona altamente sísmica y que un terremoto de grandes proporciones podría en cualquier momento romper con ese silencio que genera una energía acumulada, la cual tendrá que liberarse.
Y la asociación de los bomberos y sus carencias con el temblor de ayer viene porque habría que preguntarse si nuestros hombres de rojo, con sus trajes rotos, con la internet que pagan de su bolsillo en algunas estaciones, con las unidades que están inoperativas, las ambulancias viejas que no caminan por falta de mantenimiento y las escaleras telescópicas que se traban, estarán en condiciones de atender las emergencias generadas por un gran terremoto.
Recuerdo que hace unos años, cuando era director de Correo La Libertad, hubo un simulacro de sismo en Trujillo y por la ubicación de nuestras oficinas nos tocó concentrar en la Plaza de Armas, a la cual nunca llegaron los bomberos, pues en ese mismo momento se reportaron dos emergencias reales que motivaron la movilización de las dos únicas unidades existentes. Ninguna quedó libre para ser parte del ensayo previsto con bastante anticipación.
Cabría preguntarnos si ante un terremoto real, los bomberos de Lima, Trujillo u otras ciudades podrán darse abasto para acudir a tiempo a los lugares donde sean requeridos. No se trata de asustar a nadie, sino de ser realista, pues, como ya he señalado, estamos en un país muy sísmico y tenemos un cuerpo de bomberos cuyos efectivos piden a gritos no un sueldo, sino buen equipamiento para hacer bien el invalorable trabajo que realizan.
Para paliar los efectos de un gran sismo en el Perú, es urgente adoptar muchísimas medidas pendientes, entre ellas la de equipar adecuadamente a los bomberos, que en todas las emergencias de este tipo son los primeros en ser llamados a rescatar atrapados bajo los escombros y hasta en ascensores, sofocar incendios y atender a los heridos. ¿Será posible todo esto con los pobres recursos que el Estado asigna a los hombres de rojo?