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A diferencia de otros congresistas de la capital, quienes resaltan por el control político y la fiscalización al Gobierno central, a los representantes de provincia se les exige cosas más caseras, como mejorar la calidad de vida de los desprotegidos. De ahí la desconexión con los legisladores de Fuerza Popular.

De esta manera, mientras la bancada naranja ha estado empecinada en aguarle la fiesta al Gobierno de turno, sea PPK o Vizcarra, en provincia hemos esperado menos enfrentamientos y más acción legislativa a favor de los ciudadanos.

La corrupción es uno de los problemas más grandes del país; pero más sensible es la inseguridad ciudadana. En el norte, no hemos perdido la esperanza de que el Congreso proponga normas más rígidas contra el hampa y no personalísimas como la “Ley Fujimori”.

Por ejemplo, al bodeguero que lo extorsionan con un sol diario, así como al obrero que le paga a la dirigencia para poder trabajar, le importa un pepino si Vizcarra está en contra de la bicameralidad y que por eso hay que “chancarlo”. Este ciudadano solo busca paz.

Entonces, en estos dos años y medio de tira y afloje, la población reniega de su representante en el Congreso, quien solo se dedica a insultar, criticar y poner zancadillas con tal de mantener la lealtad a la jefa o al jefe de un partido. ¿No se dan cuenta de esto?

Están equivocados aquellos que creen que el ciudadano celebra cuando sale un parlamentario a censurar al ministro que no le gustó o cuando un legislador presenta pedidos de interpelación a funcionarios que deberían estar trabajando y no perdiendo tiempo en responder sus caprichos.

Ojalá que, en este último tramo del año, algunos parlamentarios de provincia recapaciten y no sean comparsa de grupos de poder que solo están pensando en sus intereses partidarios, menos en la población que los eligió.