En medio de la expectativa por saber quiénes integran las diferentes listas de candidatos al Congreso de la República aparecen dos noticias que deben llevarnos a poner las barbas en remojo sobre la responsabilidad de los partidos políticos, el Jurado Nacional de Elecciones, el mismo Parlamento y la población en general.

La primera es la sentencia a cinco años de cárcel efectiva a la legisladora fujimorista María López Córdova por el delito de enriquecimiento ilícito. La pregunta a pie juntillas es: ¿Qué están haciendo las agrupaciones que se presentan a estos comicios para no sentar en las curules a personajes prestos a las malas costumbres o con antecedentes judiciales? Al parecer, poco o nada si nos atenemos al vistazo inicial a las relaciones de aspirantes a padres de la patria.

Y la segunda tiene que ver con el reclamo del JNE para que, vía un pleno extraordinario, el Legislativo defina qué normas rigen las elecciones generales 2016, habida cuenta que recién hace algunos días se promulgaron modificaciones a la Ley de Partidos Políticos y, como bien tituló nuestro diario en su portada de ayer, da la sensación de que nos movemos en el limbo.

Cabe entonces otra interrogante: ¿Acaso impasses como este no se salvarían con la mentada reforma electoral que los congresistas en funciones se negaron a sacar a flote en este quinquenio, ante la mirada compasiva de los organismos encargados de todo el proceso de elección de autoridades, entre ellos el propio Jurado Nacional de Elecciones? La respuesta se cae de madura: por supuesto.

El último peldaño de la cadena de valor que nos lleva a las urnas lo integran los votantes, es decir, la población. Si en el próximo Parlamento Nacional vemos a más “robacables”, “comepollos”, “mataperros” y esa fauna que ya conocemos, denotará que a los peruanos nos gusta el golpe y que no hemos aprendido la lección. Los vaticinios al respecto no son muy entusiastas y hasta hablan de un empeoramiento de la labor legislativa.

Lejanos están los tiempos en que el Congreso inspiraba respeto desde dentro y desde afuera y los plenos resultaban una exhibición de pasiones políticas, pero también de neuronas.