Anunciado el adelanto de elecciones, ¿quién podría comerse el pleito de reconciliar al país, si se pudiera? La presidenta Dina Boluarte, por lo visto, no tiene las herramientas políticas para la unificación -en realidad nadie las posee-, pero tampoco ha enfocado sus esfuerzos en generar empatía con la población, sino en acabar a como dé lugar su corto gobierno. En vez de llamarse un gobierno de transición, el de Boluarte debió denominarse: de unificación. Un país con tantas grietas sentimentales urge de un liderazgo que perdure, que traspase ideologías, que logre empatar con las necesidades de la gente. Sin embargo, para tal objetivo, se requiere de un plan político que acabe con las diferencias sociales.Es cierto que, desde un inicio, Pedro Castillo y sus secuaces se dedicaron en cuerpo y alma a dividir al país entre ricos y pobres, cholos y pitucos, los de arriba y los de abajo. De esta manera, el expresidente deseaba separar más a una nación para poder gobernar. ¿Acaso no se necesita ahora cerrar esa herida con acciones y mensajes de unidad? Sí, pero no se oye padre.En el año y pico previo a las posibles elecciones debemos tener en cuenta que los futuros candidatos -los más conocidos- no poseen esos atributos de liderazgo. Así, no basta con hablar de reformas políticas cuando los electores estamos defraudados de los mismos partidos y su manera de chocolatear sus listas para los sufragios. Ojalá aparezca alguien que a la par de hacer gestión logre sanar al país.

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