Uno de los valores agregados de Pedro Pablo Kuczynski que resaltaba la población votante para ser elegido presidente de la República era su experiencia en gestión pública y el conocimiento por dentro de ese monstruo llamado Estado. Recordemos que, entre otros encargos, ocupó carteras como el MEF y la propia PCM.

Esa misma gente que sufragó por él se pregunta ahora: ¿dónde está el PPK ducho, resolutivo, experimentado y con voz de mando que nos vendieron? Y esto porque a diario ven a un mandatario que flaquea ante las responsabilidades que le son inherentes, como la solución de los problemas ciudadanos.

El último de sus disloques ha ocurrido con ocasión del “zar de la reconstrucción” que, inicialmente, iba a nombrar con bombos y platillos (hasta se voceó a Martín Vizcarra, salvado por la campana de la interpelación) y que ahora, sin más ni más, sindica como un invento de los medios de comunicación.

“Va a existir un ministro que va a estar encargado de liderar el proceso de reconstrucción, queremos a alguien del Ejecutivo”, dijo el premier Fernando Zavala el 23 de marzo, refrendando la decisión del Gobierno de elegir al zar de marras. ¿Qué pasó entonces? ¿Por qué ese giro abrupto? La respuesta es simple: esta gestión se está acostumbrando a que las marchas y contramarchas sean sus mejores políticas de Estado.

Y esto resulta peligroso porque Zavala ya no tiene la sonrisa del debut para inmolarse como bombero, pararrayos o traductor de un PPK que se suponía traía orden, praxis y seriedad para ponerla al servicio del país. Con razón Keiko sale a jactarse, en medio del barro, que con ella las cosas hubiesen sido diferentes.