Estas elecciones congresales que vienen serán las primeras de la historia en que votarán los primeros peruanos nacidos en el siglo XXI. Hasta la anterior, los que habían nacido a partir del año 2000 tenían solo 16 años. De aquí en más, solo aumentarán en número y proporción. Esto significa que, de manera creciente, decidirán las elecciones peruanos para los cuales, eventos como el terrorismo o la hiperinflación les resultarán tan lejanos como Velasco, el oncenio leguiísta, la guerra con Chile o las reformas de Ramón Castilla. Esto es, hechos de la historia que hay que estudiar en los textos escolares, pero que poco o nada tienen que ver con sus vidas actuales.

¿Qué significa esto? Que la apelación a los problemas que todavía le aparece como “historia reciente” a dos generaciones de baby boomers, cada vez se va diluyendo en el tiempo. Las generaciones de cuarentones para arriba vamos perdiendo capacidad de persuasión apelando a esos problemas como referentes políticos. Y si a eso le añadimos la banalización de nuestra educación y la irrupción de la nueva tecnología que informa mucho pero educa poco, el resultado no puede ser otro que el olvido generacional.

A eso ha jugado estupendamente la izquierda internacional, incluyendo la nuestra. Ha jugado pacientemente todas sus cartas apostando al olvido propio de la renovación generacional. La caída del Muro de Berlín y del experimento socialista más acabado de todos los tiempos que fue la vieja URSS, son hechos tan relevantes para las nuevas generaciones como la revolución francesa o la ilustración. Los jóvenes se dejan encandilar por la nueva izquierda, que encubre el marxista concepto de la lucha de clases en otras categorías como el ambientalismo, el feminismo o el racismo. Por eso, es tarea de los partidos políticos hoy renovar también su discurso y ofrecer mucho más que “no volver al pasado”. Vale para el mundo. Vale para el Perú.

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