Nada nos sorprende viniendo de Susana Villarán. Tratándose de una oportunista reconocida que cambia de palabra como de chalina, su incorporación al humalismo no pasa de ser la crónica de una traición anunciada. Ahora bien, de la misma forma en que los viejos comunistas son predecibles en sus estrategias cortoplacistas, también se está convirtiendo en una rutina no menos asquerosa la manera en que los garantes callan ante los excesos de sus garantizados.

Hagamos un ejercicio de memoria histórica: los artistas subdesarrollados, los “intelectuales” de panteón, los politólogos de salón y sus amigos, los liberales de bragueta tolerante sostuvieron que era preciso garantizar a una serie de personajes (Humala, la Villarán y los suyos) con el fin de defender la “institucionalidad”. El argumento es ridículo porque tratándose de la izquierda es la ideología la que mueve sus actos y, para los liberales de bragueta, el motor de sus decisiones intrascendentes es el egoísmo o la ingenuidad. Con todo, los garantes son los responsables de garantizar a sus criaturas y ese extremo nadie lo está cumpliendo, porque hay una diferencia inmensa entre el que garantiza apelando al castigo y el que llora sobre la leche derramada, que es precisamente lo que hacen los progresistas que apoyaron a la inepta Villarán.

La gran moraleja de todo este entuerto es que a los artistas subdesarrollados, a los “intelectuales” de panteón, a los politólogos de salón y a sus amiguitos, los liberales de bragueta tolerante, no hay que hacerles, como dicen en España, “ni puto caso”. El que aconseja y falla en el consejo no debe volver a aconsejar. Ha perdido toda autoridad. Recuerda eso, opinólogo, cuando te entren ganas de pontificar.

Libertad para los presos políticos en Venezuela

esta Navidad.