Cuando Ollanta Humala apareció en escena entre los años 2005 y 2006, se nos presentó como el revolucionario de la política y el sepulturero de todos esos personajes desgastados y venidos a menos que ya nos habían gobernado y llevado muchas veces al fracaso. Era el hombre de a pie, de clase media, con una esposa joven, y ambos con aparentes ganas de ser una alternativa viable. Personalmente, jamás me parecieron interesantes sus propuestas, pero entiendo a la gente que se dejó seducir.

Han pasado diez años y Humala y su esposa han terminado convertidos en lo que, según ellos, era la antítesis de su conducta política. Ofrecieron honestidad y limpieza, pero terminaron corriéndose de las investigaciones por sus oscuros movimientos bancarios de dinero dudoso. Nos hablaban de nacionalismo, pero nunca han podido deslindarse del chavismo, algo que se hace evidente en las anotaciones de interés público aparecidas en las famosas agendas.

Imagino que para aquellos que hace diez años vieron a Humala entrando en política de la misma forma como si los griegos hubieran visto al mismísimo Zeus bajando del Olimpo para darles la mano debe ser terrible verlo hoy junto a sus ayayeros tratando de negar lo innegable sobre las agendas, y jurando y rejurando que todo es una campaña para frenar el huracán político que es su esposa, la señora famosa por las tarjetas de crédito y las anotaciones de varios millones de dólares.

Y así como quien hace un paréntesis, habría que preguntarse qué dice a todo esto el premier Pedro Cateriano, un hombre hasta donde se sabe honesto y que no ha dejado de hacer ascos a fujimoristas y apristas, a los que siempre ha vinculado con la corrupción del pasado. ¿No dice nada? ¿Se suma a lo dicho por Humala y su esposa en el sentido de que todo es una patraña y un andamiaje para tumbárselos? Al menos podría decir que el tema debe ser investigado por el Ministerio Público.

Humala y su nacionalismo han sido un fiasco más en la política peruana. Llegaron como los salvadores, pero se irán sin pena ni gloria de Palacio de Gobierno a preparar la defensa ante todos los procesos judiciales que tendrían que afrontar, previo paso por el Congreso. Habrá que ver si el abogado Eduardo Roy Gates, a quien cada día se ve más incómodo y con ganas de salir corriendo, quiere seguir siendo el defensor jurídico de la señora Heredia.

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