Absolutamente irresponsable de parte del presidente Pedro Castillo haber puesto como presidente ejecutivo de EsSalud a un personaje como Mario Carhuapoma, quien tiene la licencia de conducir suspendida de por vida por manejar en estado de ebriedad y hacer escándalos en la vía pública luego de ser intervenido por la Policía Nacional en el año 2019.

A eso se suma que el caballero ha sido denunciado por violencia familiar, según ha señalado el programa Panorama en un reportaje que saca a la luz los dudosos antecedentes de esta joya que tiene en sus manos la salud de miles de asegurados y sus familias, en momentos en que ya se advierte una tercera ola de COVID-19, un mal que ha costado casi 200 mil vidas de peruanos.

La situación de Carhuapoma es una muestra de lo que sucede cuando se nombra en un cargo importante a una persona cuyo único mérito conocido ha sido el hacer un reconocimiento público a Castillo como “presidente electo”, cuando aún no había sido proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE).

Irónico que hace pocos días el ministro de Salud, Hernando Cevallos, haya dejado abierta la posibilidad de intervenir desde el Estado las clínicas privadas en caso la tercera ola se salga de control, algo que la ley permite. Pero habría que preguntarnos si luego de tal medida, los servicios privados serán puestos en manos de funcionarios públicos como Carhuapoma.

¿Están jugando con la vida de los peruanos?