El escándalo de Héctor Béjar no será el único en este gobierno. No es casualidad que el inicio del régimen de Perú Libre se haya convertido en el peor de la historia contemporánea pues, ya lo hemos dicho, su viabilidad es nula debido a los enormes pasivos que arrastra y a que carece del sostén político necesario para -en un marco de desatinos y yerros- guarecerse ante situaciones extremas.

En este caso, el de Béjar, la crisis encuentra un escape con su inevitable renuncia, pero habrá otros en los que la puerta de salida no se hallará tan fácil y se verá sometido al rigor de los opositores. Un rigor necesario, que obliga a tejer una estrategia de las fuerzas democráticas que lleve al final más próximo y menos traumático para el país tras el grave error que cometieron quienes eligieron a Pedro Castillo. De todos los pasivos, el principal es, sin duda, los inequívocos nexos de diversas instancias del gobierno con Sendero Luminoso y que llegan hasta el propio Palacio de Gobierno.

Por si fuera poco, con la elección de Guido Bellido, Castillo ha desperdiciado su gran oportunidad de deslindar con el enemigo más implacable que ha tenido el Estado peruano. La conclusión es que nos gobierna el enemigo. Es en ese proyecto sin retorno que el Parlamento tiene una responsabilidad histórica porque serán 87 legisladores que deberán resignarse a ver recortados sus mandatos con todo lo que ello significa.

Serán 87 valientes y desinteresados peruanos a los que la historia recordará como los nuevos libertadores: Aquellos que nos libraron de seguir gobernados por falsos demócratas que llevan el sello de la hoz y el martillo detrás del antifaz y que aspiran a implantar, de a pocos, el comunismo más enfermizo y secular. La estrategia consiste, pues, en captar a esos 87 adalides de la libertad. Ese plan debe empezar a organizarse ahora y debe estar listo para uno de los tantos momentos en los que se le necesite porque si de algo no hay duda es que oportunidades van a sobrar.