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Ni es el odio ni son las guaripoleras, necesariamente. La política se juega bajo reglas por todos conocidas, y los políticos en el Perú han olvidado en los últimos años quiénes son los que los han puesto en ese lugar de privilegio y poder.

El presidente Martín Vizcarra no es un estadista ejemplar, ni está siendo un presidente modélico. Y está claro que no podrá resolver de momento nuestros problemas (sobre todo los problemas del parón de la economía). Pero, como lo han dicho ya algunos, políticamente está mostrando mejores reflejos que la mayoría congresal.

El domingo, Vizcarra acudió al complejo de la playa Punta Roca y aprovechó los triunfos de nuestros surfistas en los Panamericanos, se tomó fotos con ellos. De inmediato, la congresista Yeni Vilcatoma lo fustigó en Twitter, lo llamó “metiche”, que “quiere colgarse de nuestros deportistas”. Pero, en respuesta, el extenista Luis Horna la desdibujó por la misma vía y con la misma rapidez: “Martín Vizcarra estuvo presente desde el principio y ahora ustedes, que no generaron más que problemas, están listos para crear cosas negativas. Destruyan lo que quieran, pero no se metan con el deporte”.

La gente no olvida que hace unos meses nomás el fujimorismo quería tirar al tacho los Juegos Panamericanos. No olvida que Mulder decía que no servían para nada. En el juego político, algunos están haciéndose autogoles todo el tiempo.

El politólogo Carlos Meléndez tiene razón cuando dice que los peruanos no sabemos bien qué es lo que queremos, pero sí sabemos qué es lo que no queremos. Pero el mismo Meléndez se equivocó cuando dijo con entusiasmo que el “mototaxi” fujimorista representaba cabalmente al peruano promedio, informal y a la vez emprendedor.

Parece que el Perú está cambiando y no le gusta verse hoy reflejado en ese “mototaxi” que lleva a cuestas a Vilcatoma, Becerril o Beteta. Y Vizcarra hace rato que se dio cuenta.