Los pillos

Yo no me creo eso de la esquizofrenia, enfermedad mental que te separa de la realidad. De locos no tienen nada. Su desconexión de la realidad, el no ver lo que el común de la gente sí ve, no es un producto de algún accidente genético. Es planeado, premeditado, es el arte del engaño o de la mentira, arte del cual dieron muestras en exceso durante todos los años que gobernó el padre de los Fujimori. Señalar a la “política” como culpable de la destrucción de su familia no es un error cognitivo, como tampoco lo fue cuando dijo que se intoxicó con bacalao o nos metió esa “tremenda yuca” que exhibía con cinismo para la chacota criolla. El honor del samurái y los kamikazes, deformado por la pillería criolla, que les enseñó ese expulsado del Ejército por robarle papeles secretos a su jefe hasta llegar a controlar todas las fuerzas armadas y humillar a los más altos mandos castrenses. Díganme si esto no es arte. Esa es la escuelita, perfeccionada por oscuros cachacos, incapaces de ascender si no era lamiendo botas, y jugando a los psicosociales en esa política que la “Señora K” dice que le ha hecho daño. Unas lagrimitas por allí, sacar a la madre y hermanos a las cámaras, no es otra cosa que una treta para impresionar a los segmentos más distraídos y menos educados del país. Ese drama llorón de la madre que deja a los hijos pequeños, a los que no sabe cómo decirles qué está pasando; ese no es más que el drama común de toda la población penitenciaria en el país, muchos de los cuáles apenas si se robaron una mula o una cabra; drama de psicosociales que busca que la acción de la justicia se politice para que se justifique, en apariencia, una persecución política. ¿Dónde se ha visto que la primera fuerza electoral representada por el partido político que gobierna el Poder Legislativo pueda ser -y esté siendo- perseguida?