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Es de esperarse que con todo el escándalo que vive el país por los aportes a las campañas electorales de diferentes personajes de la política que hizo en el pasado la empresa Odebrecht, por motivaciones nada santas, de ahora en adelante los candidatos lo piensen dos veces antes de recibir bolsos, cajas o mochilas con dinero de parte de gente “generosa” que prefiere permanecer en el anonimato.

Si bien nuestra legislación electoral ha sido bastante floja y ha dejado abiertas varias ventanas para el ingreso de plata oscura a las campañas, son los propios políticos los que deberían dejar de lado esa pésima costumbre de recibir dinero de privados para sus campañas, pues esta plata contamina la política al quedar claro que jamás estos aportes son absolutamente desinteresados.

Sin embargo, hoy que estamos a pocos meses de un proceso electoral para elegir a gobernadores regionales y alcaldes, vamos viendo que las campañas de algunos precandidatos -pues hasta ahora no son ni siquiera candidatos- ya comienzan a gastar millonarios recursos que ojalá en algún momento sepamos de dónde salieron, pues la política debe ser transparente y no como ha venido siendo hasta ahora.

Las elecciones regionales y ediles que se vienen pueden ser un excelente termómetro para saber si nuestros políticos han aprendido la lección y han optado por hacer campañas con recursos claros y no de esos que vienen por debajo de la mesa y en efectivo. En el Perú ya hemos tenido mucho de eso como para andar por el mismo camino.