Ser rico no es una virtud, es un estado de vida. Hay quienes nacen ricos y también hay quienes se hacen ricos. Se trata de una circunstancia devenida de procesos hereditarios (los ricos de cuna) o por el sudor de sus frentes.
En ningún caso se debe renegar de ellos y mucho menos debe ser vista su vida, llena de confort y de placeres, como malas, porque el disfrute y la ausencia de la angustia material que les ha tocado, son la consecuencia de sus estados de vida: “A quien Dios da, San Pedro lo bendiga”. Los que reniegan de los ricos por serlos, son envidiosos y resentidos.
Generalmente no son los pobres, sino los que teniendo bienes quieren más como los muy ricos porque creen que solo valen por lo que tengan y no por lo que sean. Nadie debería protestar por la fortuna de los ricos. Lo hacen generalmente quienes se dedican a enfrentar a los pobres contra los ricos como si ser rico es una circunstancia de vida para ser vista dialécticamente, es decir, con antagonismos y oposiciones inconsistentes.
Lo malo es que los ricos sean indiferentes con los pobres, que es distinto, porque eso sí es muy malo. De hecho, hay ricos buenos y ricos malos. Los primeros son muchos y pasan desapercibidos -casi siempre son los grandes y anónimos filántropos y conozco a varios- y los segundos, son los más visibles y sus estereotipos se creen errada e injustamente de todos los ricos. Hay muchos ricos felices pero también muchos ricos infelices, éstos últimos casi siempre por no comprender su estado de vida, abrumados de insatisfacciones, creyendo que por su riqueza tienen comprada la felicidad.
De hecho, hay más pobres felices que ricos infelices. Generalmente los ricos se juntan entre ricos y eso tampoco es malo. Lo malo es que, no estando obligados a juntarse con los pobres, muchos vencidos por la frivolidad, los discriminan. Los que lo hacen no saben ser ricos. La desgracia de los ricos por no saber serlo es que algunos vueltos pobres viven como perfectos infelices.
La condición de ser rico no es para siempre y los que lo son deben esforzarse para mantener ese estado. Los ricos -como los pobres- a la hora de su muerte, nada se llevarán de este mundo. Finalmente, los ricos están en la mirada de amor de Dios porque Dios no es solo de los pobres sino de todos.