El presidente electo, Pedro Castillo, dijo el último sábado que renunciará al sueldo presidencialista (unos 15 mil soles y pico) para conducir los destinos del país con lo que percibe como maestro de escuela, y que propondrá al Congreso de la República que reduzca la remuneración de los ministros (S/ 30,000) y legisladores (S/ 15,600) a la mitad.

Primera alerta: Entendemos que el espíritu del planteamiento es la austeridad como patrón de desprendimiento ante las urgencias de la población, pero, conociendo el ADN de los “padres de la patria”, heredado quinquenio tras quinquenio, creemos que es más fácil que un burro pase por el ojo de una aguja a que la mochada sea aprobada por el Pleno. Todo lo contrario, la mayoría piensa que debería ganar más.

Ya lo sentenció Paulo Coelho con sarcástica lucidez: “cuando un político dice que acabará con la pobreza, se refiere a la suya”. Ja, ja, ja. Por ejemplo, algunos flamantes congresistas renunciaron a los gastos de instalación porque los “morados” les malograron el negocio desistiendo de dicho beneficio. Y es que sería mucho roche echárselo al bolsillo viviendo, además, en Lima.

Segunda alerta: El profesor chotano ha hecho un llamado a los mejores técnicos y especialistas para “estructurar un equipo de trabajo amplio”, sin embargo, más allá del compromiso con el Perú, esos profesionales han gastado su plata y tiempo para perfeccionarse y darle a su familia una mejor calidad de vida.

Se entiende entonces que, si ahora los parlamentarios facturan 7 u 8 mil soles, el sistema privado acabará siendo una mejor alternativa para el estratega pensante, el chamba innovador y el ejecutivo eficiente que requiere el Estado porque sus honorarios también sufrirán un bajón. Y así no juega Perú.

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