La campaña electoral que se alienta desde los medios parece ser la de las anécdotas, la de las acusaciones o agresiones verbales y sus respuestas entre los candidatos o los vicarios que por estar en pantalla se prestan a decir cualquier cosa, pero nadie quiere referirse a la fraternidad esencial en una sociedad para que esta pueda consolidarse como tal en el proceso de producir un desarrollo donde todos se beneficien, donde no solo se hable del crecimiento económico, sino también de la distribución.

Proponen acomodos sobre lo mismo, como si el Perú de hoy se tratara de un concurso de belleza donde quienes contienden solo necesitan maquillaje, donde no hay que hacer ningún cambio en el modelo que se instaló en la era fujimorista y que los que lo han seguido -incluso García y Humala- que tanto prometieron, no se han atrevido siquiera a rozar.

Como si la tarea de la redistribución pudiera ser dejada a la caridad de los privados y el Estado pudiera ver ese trabajo desde arriba, sin tomar acción para que no se siga lucrando sin miramiento del bienestar de la comunidad.

En verdad, es preciso fijar políticas claras en cuanto a quienes administran servicios públicos o a quienes desarrollan actividades que son de esencial interés para el desarrollo del país, ante los cuales se enfrentan los ciudadanos inermes.

Claro, muchos de estos operadores son los que “la llevan” y entonces esos personajes de lo mismo pensarán que mejor es no meterse con ellos en este momento en que pueden estar pensando en “necesitarlos”. Pero hay que decirlo, si no se aborda el tema entonces todo será más de lo mismo.

Si nadie quiere entrar al fondo, entonces no habrá futuro y, ni siquiera, esperanza.