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Si el presidente Martín Vizcarra busca un mejor arranque de gobierno y desea pasar a la historia como un jefe de Estado pragmático, efectista, va a tener que enfocarse en tres materias: seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción y economía, en cualquiera que sea el orden.

Para la primera, deberá liderar el Comité de Seguridad Nacional, el mismo que, al parecer, ha quedado relegado por los continuos cambios de ministros en el sector Interior. Después de Carlos Basombrío y su fortalecimiento al sistema de recompensas contra la delincuencia, sus sucesores Vicente Romero y el actual Mauro Medina han tenido muy poco que mostrar.

Sobre la lucha contra la corrupción se han hablado minucias, ningún cambio sustancial, y menos se tiene un plan estructurado para reducir el impacto económico en el Estado y en los bolsillos de los peruanos. Tal vez sea complicado para la gestión de Vizcarra hablar de combatir a los corruptos sin tener que pisar los callos de sus posibles aliados en el Congreso de la República.

El principal plato de esta administración es, sin duda, la reactivación de la economía, cuyo crecimiento se ha calculado -siendo positivos- en menos del 4% anual. El Mandatario ha dicho que el ministro del sector se está encargando de elaborar un plan al respecto, pero no lo tiene claro (salvo la inversión pública en la reconstrucción con cambios).

Así, de la minería, el motor del país durante las últimas décadas, no se habla mucho, y las compañías tampoco arriesgan sus capitales mientras no sea política de Estado acompañar a las mismas en su proceso de estudio, extracción y producción. Llevamos cinco años sin mover un dedo para su restablecimiento por falta de garantía jurídica.

Otro de los aspectos que podrían mover la aguja en el campo económico es la formalización del empleo. Sin embargo, mientras haya temor de implantar urgentes reformas a la flexibilización de los contratos, continuará la convivencia entre subempleados y malos empleadores.

Tres ejes en los que Vizcarra tendrá que pisar el acelerador, si es que no desea quedarse en la línea de partida y pasar a la historia como un simple gobierno de transición.