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Finiquitó el Mundial Rusia 2018, con Francia como merecido campeón, y, a partir de ahora, tras este obligado recreo general, los peruanos tenemos dos partidos a muerte por delante: la lucha contra la corrupción, flagelo que inunda todos los recovecos del Estado, y las elecciones regionales y municipales, que deben implicar una profilaxis para cerrarle el paso a gobernadores y alcaldes de uñas largas.

Ciertamente, la población estuvo concentrada en esta vibrante Copa del Mundo, que tuvo como leitmotiv la participación de nuestra selección, y le retiró el ojo a los problemas internos, coyunturales, pero ya es hora de volver a la realidad, pisar tierra y advertir que el fango de la podredumbre nos está llegando al cuello, ahora con pruebas irrefutables como los “CNMaudios”, “hinostrozaaudios”, “hawaianoaudios”, “señoraKaudios”, “mulderaudios”, etc.

Con este destape de IDL-Reporteros y otros medios, la judicatura del país ha tocado fondo y se impone con urgencia la reforma judicial que propone el presidente Martín Vizcarra; no obstante, habrá que convencer al Congreso -de mayoría keikista- de que también es parte del problema y, por ende, debe ayudar en la solución sin poner mayores cortapisas.

A nivel de una verdadera renovación de autoridades locales y regionales, la gran oportunidad es el próximo 7 de octubre. Botemos a esos candidatos a burgomaestres y gobernadores que solo buscan el puesto para llenar sus alforjas y ostentar el poder. Y votemos por el buen vecino. No nos puede seguir comandando el delito.