Los fiscales del equipo especial del Caso Lava Jato, encabezados por Rafael Vela, tratan de tapar los estruendosos estornudos de la corrupción y que este virus –que tanto daño económico y moral le ha hecho al país– muera inexorablemente y nunca más se expanda entre nuestra clase política, que ya suma varios suscritos aislados y monitoreados en la cárcel por recibir coimas de Odebrecht.

Otra virulencia que nos ataca sin remedio es la inseguridad ciudadana. Y la conmoción y el dolor llegaron a su tope la semana que pasó con el despiadado asesinato de Camilita, la niña de cuatro años que salió en busca de su mamá en una fiesta y, lamentablemente, se cruzó con “el monstruo de Payet”, un adolescente de 15 años que tiene el cerebro carcomido por un símil del Covid-19: indolencia+maldad.

Y ni hablar del bacilo del blindaje, que mayormente halla caldo de cultivo en las esferas del poder, como el Congreso de la República y el mismo Ejecutivo. El Parlamento que cerró el presidente Martín Vizcarra, por ejemplo, daba vergüenza ajena cada vez que arropaba al fiscal Pedro Chávarry y, además, ponía en práctica la famosa premisa de que “otorongo no come otorongo” para salvar a algún coleguita. Esperamos que con el Legislativo 2020 estas manías no se repitan.

Y si del coronavirus se trata, la mejor frase presidencial la ha lanzado el mexicano Manuel López Obrador: “Decirle a la gente: serenos, tranquilos, tenemos capacidad para enfrentar esta situación, esos tres elementos”. No se trata de aparecerse para la foto, eso es fácil; lo que importa es el peso del mensaje, que debe hacerle frente a la amenaza de “potencial pandemia” que lanzó la OMS.

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