GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Históricamente, nuestra mayoritaria clase política no ha tenido temperamento ni fuste para encarar los enormes retos de nuestra vida republicana. Luis Bedoya Reyes, que es parte de ella, es la excepción. En su vida política activa tuvo el carácter que tanto reclamamos de nuestros políticos para superar los momentos aciagos del Perú. Dijo que haría la Vía Expresa -fue muy criticado por ello- y la llevó adelante sin detención. Perdimos territorios y fuimos derrotados en una guerra que nos avisó que se venía, pero nuestros políticos no hicieron nada para encararla y mitigarla porque nunca miraron al país en perspectiva y con prospectiva. Bedoya fue un visionario por antonomasia, pues siempre miró al país desde el futuro. Fue la diferencia sustantiva que lo distinguió de aquellos que se pegaron al confort, es decir, aquellos que solo querían un Perú con statu quo. No le importó la crónica sombra prejuiciosa y tan limeña del qué dirán al decidir reunirse con Juan Velasco Alvarado luego del golpe de Estado a Fernando Belaunde Terry, otro de los últimos políticos con casta de señorío y caballerosidad que tuvimos. Perdió dos veces las elecciones presidenciales -1980 y 1985- confirmando que no siempre las mayorías aciertan. En su enorme figura política con trayectoria descollante, Bedoya dio lección de lo que significa el servicio en la política bajando al llano para volver a postular a la alcaldía de Lima, que también perdió, pero más Lima y sus habitantes de los ochenta obnubilados por la idea de lo nuevo. Bedoya decía las cosas directas, de frente y sin rodeos, guste o no a sus adversarios y a la gente. Esa fue la magia de su éxito, aunque había a quienes no les gustaba el tono de su verbo, siempre respetuoso pero con inocultable fino sarcasmo y lo más importante: sin insultar a sus rivales u opositores. Fue el estadista que nos perdimos. Voté por él todas veces que pude verlo en la contienda política. El partido que él fundó ya no es el mismo. La doctrina que él creó se mantiene intacta. La clase política peruana debería tener muy presente todo su enorme legado y el Estado peruano debería declararlo el “Patriarca del Bicentenario”.