Por mi pétrea crítica al régimen de Nicolás Maduro, no se crea que asumiré la postura de negar enceguecido de que los dos estadounidenses detenidos en las costas de la Guaira -a 30 km de Caracas-, por la Fuerza Armada, totalmente controlada por Diosdado Cabello y Vladimir Padrino, compinches de Maduro, pudieran ser parte de una operación, sino para desbaratar al dictador, por lo menos para promover su derrocamiento por los propios venezolanos. El auxilio externo para el pueblo llanero, no debería escandalizar pues lo relevante es que la caída de Maduro sea gestada desde adentro. Tampoco se trata de una microversión de la frustrada invasión de la Bahía de Cochinos (1961) en Cuba, para tirarse abajo a la revolución castrista, en que los comunistas hicieron escarnio de la moral estadounidense, en la persona del presidente, John F. Kennedy, pero no cabe duda de que Maduro buscará sacar el máximo partido de los apresados -los llama mercenarios o terroristas-, para mermar a Donald Trump, hasta verlo sucumbir en las elecciones de noviembre próximo. El ayatola Ruhollah Jomeini, no entregó a los rehenes tomados en el asalto de la embajada estadounidense en Teherán (1979) por una turba estudiantil, hasta ver consumada la derrota de Jimmy Carter -no devolvió al último Sha, Mohammad Reza Pahlaví, para su “juzgamiento”- ante el republicano Ronald Reagan (1980). Lo aplaudirán discretamente los demócratas que sueñan con la victoria de Joe Biden, y efusivamente los chinos, iraníes, rusos, etc., para quienes Trump es una piedra en el zapato.

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