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Nicolás Maduro sigue jugando con fuego y con ello, cruzando la línea de lo realmente tolerable para una dictadura, que actúa sin desenfreno al llevar adelante el siniestro plan de secuestrar al vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano. ¿Acaso es que no le interesa y, más bien, lo que busca Maduro con la brusca detención del diputado por el vil servicio de inteligencia a sus completas órdenes, es provocar la ira de Estados Unidos o excitar a la Casa Blanca a que tome decisiones? Maduro ya debe conocer, a estas alturas del partido, las últimas declaraciones del gobierno de Donald Trump, en el sentido de que lo sucedido con el diputado Zambrano puede llevarlo a decisiones insospechadas; sin embargo, es posible que Maduro esté más informado de lo que uno se pueda imaginar y haya advertido conocer que Washington en realidad no tiene en el fondo ninguna intención de invadir el país llanero. Solamente así podría explicarse la medida imperativa y coactiva, además de abusiva, propia de los regímenes gendarmes como ya hemos calificado en esta columna al que se impone en Venezuela. El problema ahora ha sido trasladado a EE.UU., pues si no reacciona como tantas veces ha venido pregonando, es probable que el gobierno de Trump resulte poco creíble y Maduro termine empoderado.

Como consecuencia de lo sucedido con el vicepresidente de la Asamblea Nacional, tiene que producirse un resultado, es decir, su pronta e inmediata liberación o, en su defecto, una reacción coactiva que tanto están esperando los sectores conservadores dentro y fuera de Venezuela, que alientan una invasión en el país para acabar con la dictadura. Maduro se sostiene por la intimidación como regla y eso no se puede ocultar. Los venezolanos están realmente desconcertados, porque todo lo que viene sucediendo -de no tomarse las medidas que se esperan- podría terminar por confirmar el statu quo del madurismo en el poder y eso sería grave para las pretensiones democráticas en el país, dejando visiblemente sin piso a EE.UU. con el consiguiente debilitamiento o vulnerabilidad del propio Trump en el tema específico de Venezuela, mirando sus aspiraciones reeleccionistas en el 2020. Veamos.