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Por encargo de nuestro alcalde, don Luis Torres Robledo, tuve la grata oportunidad de estar presente en la ceremonia en la que la Asociación de Profesores Cesantes y Jubilados celebrara el Día del Maestro.
Fue una reunión muy emotiva, de espontánea alegría, en la que homenajearon a la Maestra 2009, la señora Julvely Gutiérrez de Maínza, de larga y fructífera carrera magisterial en nuestra ciudad.
He visto, en esa reunión, a muchos rostros queridos y conocidos de docentes que, alejados de las aulas, hoy se reúnen para compartir recuerdos, experiencias y, cómo no, penas y olvidos.
Mientras observaba el desarrollo del programa venían a mi mente una serie de viejos maestros. Algunos que solamente conocí de oídas como, por ejemplo, Juan Rose Ugarte, padre del poeta Juan Gonzalo Rose, que llegó a Tacna integrando el primer contingente de maestros una vez producida la entrega de Tacna al Perú, en agosto de 1929. Entre las maestras siempre fueron para mí emblemáticas María Rosario Araoz y Mercedes Indacochea.
Maestros fueron los autores de la letra y música del Himno a Tacna, compuesto en 1935, que todos cantamos y que es, sin duda, uno de los más poéticos entre todos los de otras regiones del país. Víctor Ballón Angulo, puneño, autor de la letra, era profesor de Castellano, y don Alberto Díaz Robles, arequipeño, lo era de Música, en el Colegio Nacional Coronel Bolognesi.
Los alumnos del plantel bolognesiano cantaron el himno, por primera vez, con motivo de la visita que hiciera a Tacna el entonces Ministro de Instrucción Pública, como así se llamaba entonces, general Ernesto Montagne, el mismo que, en 1950, fuera el único candidato opositor al general Manuel A. Odría, lo que le valió ser encarcelado por el dictador en ciernes. Benefactor de Tacna fue Odría, pero nadie le quita el haber sido un dictador. Ese es otro cuento. Ya que estamos en esta historia, anoto que la música del himno, escrita para piano, violín y canto, la compuso el maestro Díaz Robles en el piano que tenía la dulce profesora y pintora tacneña Leontina Laura Marín. Poco tiempo después Díaz Robles ganó una plaza para violinista en la Orquesta Sinfónica Nacional y se alejó de Tacna, con gran pena, como me dijera en una entrevista que le hice en su casa, en Lima, en el distrito de Pueblo Libre, el 15 de octubre de 1986.
Volviendo a los maestros de antes, cómo no evocar a los directores de los colegios de educación primaria de Tacna. Los Pre Vocacionales: el 990 dirigido por mi vecino, don Manuel Gil Angulo; el 993, por don Gerardo Lázaro, adusto siempre; el 995, cuyo director era un maestro bueno, sencillo, muy amable, don Nilo Rueda, y mi colegio, el Anexo a la Gran Unidad Coronel Bolognesi, que lo dirigía un maestro alto, simpático, don Oscar Valcárcel Flores.
Entre los colegios de mujeres recuerdo al Pre Vocacional 996, en la plaza Zela, que lleva el nombre de María Ugarteche de MacLean, una dama que fue esposa de un diputado y de quien no se conoce mayor biografía, lo dirigía la señorita Agustina Berríos Liendo; el 994, era conducido, muy hábilmente, por otra vecina mía, la señorita Mafalda Céspedes Quelopana, antes había ocupado el cargo de directora la señorita Norah Cavagnaro, una de las primeras damas que manejaron automóvil para admiración y hasta escándalo de algunos pacatos parroquianos. Solamente me acuerdo, por ahora, de esos colegios de mujeres.
El Colegio Nacional de Varones Coronel Bolognesi tuvo, en el pasado, directores que dejaron huella. Siempre oía mencionar a don Gonzalo Bravo Mejía que, por algo, le apodaban "el Tigre", y al director Alí Guillén. En mis épocas de estudiante, ya en la Gran Unidad Coronel Bolognesi, los directores que conocí fueron don Manuel Valenzuela Valdez, ni chicha ni limonada, y don Jorge Salazar Gonzáles, un hombre bajito, pulcro, atildadísimo, de florido verbo con el que iniciaba las jornadas semanales.
La Gran Unidad Escolar de Mujeres "Francisco Antonio de Zela" la dirigía una profesora muy dulce, elegante, inteligente, discreta, de hablar cadencioso y tierna mirada. Llegó muy jovencita a Tacna, veinteañera, a reemplazar a una maestra, "de las de antes", como había sido doña Mercedes Indacochea. Esta joven y gentil profesora era Haydée Zúñiga Trelles, hija de una familia abancaína de prosapia. Primero, me dicen, que no solamente se desconcertaron las alumnas sino también la comunidad tacneña con la llegada de esta joven docente que, inclusive, tuvo alguna vez "el descaro" de usar pantalones, y a la que las jóvenes alumnas le pedían permiso para copiar el modelo de sus vestidos.
Al retirarse la otrora joven señorita, ahora casada con un señor apellidado Castagnola, -uno de los pocos inmigrantes italianos formados en una universidad, en Florencia- ocupó la dirección de la Casa de la Cultura, desde donde desarrolló una fructífera labor de proyección cultural a base de gestión, del apoyo de amigos y de funcionarios limeños que conocían de su solvencia moral, intelectual y magisterial.
El vacío que dejó la señora Haydée Zúñiga de Castagnola fue muy difícil de llenar. Después de ella recuerdo a doña Carmen Julia Carreño de Alvarez, que se bamboleaba al caminar; la señorita Gilma Céspedes Quelopana y mi gran amiga, una digna heredera de las maestras de antaño, María Emilia Flores de Fierro Medina.
Es tan corto el espacio de una columna que ésta se acabó.