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Cuidado con pontificar con el despido del presidente del canal del Estado (y no del Gobierno), que todos sabemos cómo se manejan estas cosas en los medios, tanto en los de propiedad privada como en los del sector público que, felizmente no son muchos. Una cosa es con guitarra y otra con cajón, y el discurso para la tribuna suele ser muy diferente a la realidad. Si a un par de locutoras las mandan a su casa por negarse a leer textos publicitarios mezclados con las noticias, que no nos llame la atención que saquen a un empleado público porque sus criterios no coinciden con los de un ministro, de dos imaginarias "funcionarias" envenenadoras o del mismísimo presidente de la República. Lo cierto es que el ministro Petrozzi tiene una pinta de sobón y de ser más papista que el Papa. Tampoco sé si las proporciones de la pésima decisión dan como para sacar a un ministro y que esto tenga que ocurrir cada vez que se deshagan de un funcionario porque no es del gusto del gobernante de turno. Sin embargo, en un periodo electoral, en que la neutralidad del Estado debe ser impecable, esta ha sido una pésima jugada de quien como el presidente Vizcarra se llena la boca con lo del respeto a la independencia de las instituciones del Estado. Y, que se sepa, el presidente del IRTP se había portado con pluralidad y sano juicio en la función que le corresponde. Todo lo que se ha dicho como explicaciones para la decisión de pedirle la renuncia no son más que excusas y las gotas que rebalsan el vaso de las típicas antipatías que aparecen cuando te encuentras con profesionales que tienen ideas claras y personalidades fuertes. Es más cómodo trabajar en una estructura militarizada, donde exista una cadena de mando que se obedece sin dudas ni murmuraciones. Alguien ha estado en el lugar equivocado, y ese debe irse.