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A un día del debut de la Blanquirroja en la Copa América de Brasil 2019, la motivación ha vuelto al equipo peruano. Hay ganas de trascender en este torneo y de hacer historia. Hay confianza, pero no autosuficiencia. Está claro: fiarlo todo al palmarés de nuestro equipo y al del rival no es un buen síntoma. Ya pasó el tiempo en que las selecciones sudamericanas goleaban a Venezuela y no sufrían ni un rasguño. Ya no hay 11 goles de diferencia como una vez, en 1975, lo dejó de manifiesto Argentina y ni siquiera 4 como lo plasmó Perú (venció 5-1) en 1991.

Venezuela es una selección que llega precedida por buenos resultados, entre ellos, un contundente 3-1 a Argentina en marzo último en Madrid. Tiene jugadores importantes, como su goleador Salomón Rondón y el arquero Wuilker Faríñez, quien con sus escasos 21 años es toda una promesa en el fútbol internacional. Ahora sus futbolistas salen a la cancha olvidando quiénes son y principalmente olvidando quién es el rival. Un dato adicional es que su plantel vale más que el peruano: 57.1 millones de euros contra 46.

¿Hay que tenerle miedo? No, pero tampoco hay que mirarla con aires de superioridad. La cautela debe estar presente, pero también la jerarquía de más de un jugador de nuestro plantel será importante para inclinar la balanza a nuestro favor.

Para el técnico Ricardo Gareca, es innegociable alinear a Yotún y Tapia como dobles centrales en el mediocampo. Ofrecen un resguardo para los volantes de avanzada, y servirán para que el equipo mantenga serenidad, paciencia y control.

Cabe recordar que, más allá de nuestras individualidades, la Blanquirroja se hizo respetar a partir de su juego asociado, en un funcionamiento donde todas sus líneas estuvieron a la altura del reto mayúsculo de clasificar a un Mundial. Mañana es el día, es el momento en el que se acaban las palabras.

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