Nos vamos aproximando a las elecciones parlamentarias del 26 de enero y con estupor y desagrado estamos viendo cómo algunos postulantes, a fin de salir del anonimato ante su falta de propuestas, están recurriendo a maniobras burdas y fuera de lugar para llamar la atención de los electores, los que más bien deberían darse cuenta de la “maniobra” y darle las espaldas a quienes recurren al escándalo.

Si la gente aplaudió el cierre del anterior Congreso pese a lo dudoso de la medida dispuesta por el presidente Vizcarra el 30 de setiembre pasado, fue precisamente por el tipo de legislador que teníamos. Había desde prontuariados, hasta personajes que hacías noticias solo por los escándalos que protagonizaban antes que por sus labores de producción de leyes, representación y fiscalización.

Al Congreso no se va a hacer circo ni a llamar la atención del país a través de maniobras elaboradas por “innovadores” asesores. Se va a proponer leyes y debatirlas para de esa forma tratar de solucionar los problemas que afectan al país. Tenemos que elegir gente capaz de esto, no a payasos ni figuretis.

El ser parlamentario implica mucha responsabilidad y capacidad, y habría que ver si los postulantes que vemos entregando jabones a oponentes o dando gritos en un set de televisión, cumplen con esos requisitos. No elijamos un Congreso peor al anterior. Si eso ocurre, la culpa sólo será nuestra.

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