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La salida de Jaime Saavedra del Ministerio de Educación no tendría por qué significar un obstáculo para la continuidad de las políticas educativas que vienen desarrollándose más allá de quién sea el ministro o el gobierno de turno.

Este concepto, esgrimido por el oficialismo durante la interpelación a Jaime Saavedra, no tiene asidero, y así lo demuestra la designación de Marilú Martens en uno de los cargos más sensibles del Poder Ejecutivo en cuanto a gobernabilidad y país.

Martens tiene varios años en diversos cargos en el Ministerio de Educación y su experiencia parece haber sido un elemento esencial para su designación. Es decir, el gobierno de PPK ha priorizado la elección de una persona que conoce al Minedu por dentro y sabe, por tanto, más allá de eventualidades o escandaletes políticos, lo que una gestión requiere para mantener su continuidad.

Es en ese sentido que no se deben descuidar aspectos vitales de lo que se ha ganado en los últimos años en el tema educativo: la meritocracia y el combate al rol nefasto del Sutep.

En efecto, las gestiones de José Antonio Chang y Jaime Saavedra han destacado por eso y, por el contrario, desde el otro espectro, el rol cumplido por Patricia Salas ha merecido serias críticas por la intención de devolverle al Sutep prerrogativas que no debe tener.

Por ello, haría bien la ministra Martens en que estos aspectos de las políticas emprendidas por sus antecesores y convertidas ya en políticas de Estado no se interrumpan y haya un retroceso en lo avanzado.

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