Según la última encuesta de Ipsos, el congresista electo Daniel Urresti y el expresidente del Consejo de Ministros, Salvador del Solar, son los que tienen más simpatía política. Cerca los sigue el alcalde de La Victoria, George Forsyth. No es raro, el primero y el tercero están más preocupados en llamar la atención y hacer show para arrancar aplausos. El segundo dio un golpe de impacto en el Congreso, casi teatral, que hasta ahora le rinde resultados. Todos saben que la imagen es lo más importante en el mundo de hoy. Ya lo decía el semiólogo catalán Román Gubern: “Hoy la lucha política es una lucha de imágenes y las batallas ideológicas se libran en la arena audiovisual”.

Daniel Urresti me hace recordar a los “barrabravas” en los estadios, quienes aspiran a definir el resultado de un partido de fútbol alentando a su equipo, pero también insultando, agrediendo y mentandole la madre al árbitro y a los rivales. Es evidente que los ataques sistemáticos del exministro del Interior son ejercidos frecuentemente para imponer su estilo autoritario y achicar al adversario de turno. Dice lo que piensa y siente sin prudencia. Eso le alcanza para caer en gracia a la gente, que desconfía de lo políticamente correcto. Y ya se sabe, en nuestro país vale más tener carisma que soluciones.

Salvador del Solar tiene ventaja sobre muchos. Es un excelente actor. Para muchos es un atributo que debe tener todo político. Mario Vargas Llosa decía para explicar el éxito de Alan García en las plazas, calles y medios. “Hacer política es hablar, seducir, hechizar a un auditorio con las palabras, los gestos y los desplantes. Es decir, puro presente, un espectáculo que dura y tiene realidad solo mientras se representa”. El expremier se “tumbó” el Congreso anterior con una actuación memorable que lo catapultó a los primeros planos de la política nacional.

George Forsyth hace aparatosos operativos en La Victoria y por ahora se le está evaluando por la actuación y no por Los resultados.